martes, 11 de diciembre de 2007

El cáncer de la apatía

Por Isaac López

Pedro se despierta cada mañana muy temprano dispuesto a enfrentar todos los retos y las labores de su día a día. En su humilde barrio, pasadas las nueve y las diez de la noche, es toda una osadía salir a la calle, así sea para comprar alimentos o medicamentos debido a la inseguridad que cada vez es mayor en esa zona. Para Pedro, San Agustín se ha vuelto cada vez más irreconocible. Los rostros amables y sinceros de antaño ya sólo son parte del recuerdo de esta popular parroquia caraqueña.

Su vida se inicia muy de mañana, cuando apenas despunta en el este los primeros rayos del sol. Trata de caminar rápido pero a la vez sigiloso, para no despertar el sueño de los perros y vagabundos que merodean las calles en busca de alguna limosna y comida. A su paso, observa con frialdad como algunos mendigos le piden pan. En la siguiente cuadra, observa como en la esquina de enfrente dos sujetos visiblemente presos de los efectos del alcohol, se dejan llevar por sus emociones y tras una acalorada discusión, uno de ellos, desenfunda un arma y sin mediar más palabras, dispara contra aquel con a quien hasta hace pocos minutos discutía una banalidad. Lo que pudiera parecer increíble, - si es que lo anterior no lo fue – es que a pocos metros de el hecho se encontraba un puesto policial de la parroquia. En frente de esta oficina policial deslumbran varias motocicletas de este cuerpo de vigilancia estatal, y sólo esos vehículos y alguno que otro perro callejero que se encontraba por allí, han sido los testigos de este crimen, del cual Pedro prefiere sólo seguir y hacer cómo si nada hubiese pasado.

Faltando pocas cuadras para que Pedro llegue a la estación del Metro, que lo llevará finalmente a su trabajo, decide adquirir un ejemplar del periódico matutino de su preferencia. El titular a dos renglones que anuncia la fatídica cifra de 120 fallecidos a manos de la delincuencia en el más reciente fin de semana en el país, no es motivo de alarma para Pedro. Él estaba seguro en sus collares, en la foto del santo que guardaba en su cartera y en un ejemplar del Nuevo Testamento que guardaba en su bolso. Sin embargo, poco a poco muchos de esos objetos se han ido quedando en su casa, olvidados y resignados a su antigua devoción, que para Pedro, ya no es la misma. Sólo guarda en un rincón de su cuarto, el Nuevo testamento, lleno de polvo y telarañas, el cual es un fiel recuerdo a pesar de su estado de su antigua fe y preocupación por saber si algún día regresaría a casa sano y salvo.

La escena anterior no está sacada de una película de ficción, ni de un posible escenario de una raza humana en siglos futuros. No, lo más lamentable de esta escena, no es siquiera la terrible situación de inseguridad que se describe en la localidad de Pedro, sino el grado de apatía que reina en su vida, y lo más grave aún, es que esa condición se repite en muchos de los venezolanos. La situación se ha ido agravando con el correr del tiempo, generando un desinterés y una apatía tal, que poco a poco va mermando algunos sectores de la sociedad, hasta convertir la moral, los valores y los principios en actos vanales, lo que produce como consecuencia más desigualdades y una delincuencia galopante.

Al respecto, muchos filósofos y especialistas en la materia han aportado su punto de vista. Especialmente, Hanna Arendt, la cual con su obra “La Vanalidad del mal “, describe como uno de los jerarcas nazis recibía ordenes para matar y torturar a los judíos, y éste las ejecutaba sin pudor alguno. Por otro lado, la autora se plantea el hecho de qué cómo puede existir tal grado de indiferencia y apatía hacia el sufrimiento y la injusticia, si se tiene en cuenta, que este hombre tenía familia, y cuidaba de ella con mucho amor y abnegación. Ahora, la pregunta que se hace Hanna, y seguramente se hace el lector, es cómo pueden convivir el amor y la apatía, el cariño y el odio juntos? Es un gran misterio para muchos, pero hay quienes aseguran que poco a poco el cáncer de la apatía y la indiferencia va germinando más y más para formar un “corazón de piedra”.

En la Biblia se asegura en muchos versos, que tiene mayor responsabilidad aquel que sabiendo lo que es bueno hace lo malo, que aquel que hace lo malo sin saber. Por lo general, a los seres humanos nos gusta todo lo prohibido, todo lo malo , y todo aquello que implique esquivar una ley o un reglamento. Cuando mantenemos una actitud constante sobre algo que desde un primer momento sabemos y reconocemos que no está bien, poco a poco se irá perdiendo nuestra conciencia, esa fiel amiga que nos indicaba al oído, con alitas de ángel (como en las comiquitas), lo que era bueno y lo que es malo. A medida que reincidimos adrede en una conducta negativa, por puro placer, y por vanalidad y orgullo propio, vamos fortaleciendo los músculos de aquel angelito negro y de tridente que irá ganando terreno en nuestra nueva conciencia.

Esta conducta fue la que se generó de una manera agigantada en aquel general Nazi. Su mente comenzó a desarrollar un cáncer de vanalidad y apatía tal hacia los valores y principios que no tenía cura posible. Había llegado a un punto sin retorno. Como él, muchos venezolanos y latinoamericanos estamos sumidos en ese proceso enfermizo de la apatía y la indiferencia, que puede que no ha calado tan fuerte como lo hiciese con aquel general de mediados de siglo XX, pero sin duda, este cáncer afecta de manera brutal las bases y principios de una sociedad que debería preocuparse por el más mínimo delito y cifra roja de deceso, y no tomar esas estadísticas de guerra como algo “rutinario” y “normal”.

lunes, 10 de diciembre de 2007

El Cáncer de la apatía


Por Isaac López


Pedro se despierta cada mañana muy temprano dispuesto a enfrentar todos los retos y las labores de su día a día. En su humilde barrio, pasadas las nueve y las diez de la noche, es toda una osadía salir a la calle, así sea para comprar alimentos o medicamentos debido a la inseguridad que cada vez es mayor en esa zona. Para Pedro, San Agustín se ha vuelto cada vez más irreconocible. Los rostros amables y sinceros de antaño ya sólo son parte del recuerdo de esta popular parroquia caraqueña.


Su vida se inicia muy de mañana, cuando apenas despunta en el este los primeros rayos del sol. Trata de caminar rápido pero a la vez sigiloso, para no despertar el sueño de los perros y vagabundos que merodean las calles en busca de alguna limosna y comida. A su paso, observa con frialdad como algunos mendigos le piden pan. En la siguiente cuadra, observa como en la esquina de enfrente dos sujetos visiblemente presos de los efectos del alcohol, se dejan llevar por sus emociones y tras una acalorada discusión, uno de ellos, desenfunda un arma y sin mediar más palabras, dispara contra aquel con a quien hasta hace pocos minutos discutía una banalidad.

Lo que pudiera parecer increíble, - si es que lo anterior no lo fue – es que a pocos metros de el hecho se encontraba un puesto policial de la parroquia. En frente de esta oficina policial deslumbran varias motocicletas de este cuerpo de vigilancia estatal, y sólo esos vehículos y alguno que otro perro callejero que se encontraba por allí, han sido los testigos de este crimen, del cual Pedro prefiere sólo seguir y hacer cómo si nada hubiese pasado.


Faltando pocas cuadras para que Pedro llegue a la estación del Metro, que lo llevará finalmente a su trabajo, decide adquirir un ejemplar del periódico matutino de su preferencia. El titular a dos renglones que anuncia la fatídica cifra de 120 fallecidos a manos de la delincuencia en el más reciente fin de semana en el país, no es motivo de alarma para Pedro. Él estaba seguro en sus collares, en la foto del santo que guardaba en su cartera y en un ejemplar del Nuevo Testamento que guardaba en su bolso. Sin embargo, poco a poco muchos de esos objetos se han ido quedando en su casa, olvidados y resignados a su antigua devoción, que para Pedro, ya no es la misma. Sólo guarda en un rincón de su cuarto, el Nuevo testamento, lleno de polvo y telarañas, el cual es un fiel recuerdo a pesar de su estado de su antigua fe y preocupación por saber si algún día regresaría a casa sano y salvo.


La escena anterior no está sacada de una película de ficción, ni de un posible escenario de una raza humana en siglos futuros. No, lo más lamentable de esta escena, no es siquiera la terrible situación de inseguridad que se describe en la localidad de Pedro, sino el grado de apatía que reina en su vida, y lo más grave aún, es que esa condición se repite en muchos de los venezolanos. La situación se ha ido agravando con el correr del tiempo, generando un desinterés y una apatía tal, que poco a poco va mermando algunos sectores de la sociedad, hasta convertir la moral, los valores y los principios en actos vanales, lo que produce como consecuencia más desigualdades y una delincuencia galopante.


Al respecto, muchos filósofos y especialistas en la materia han aportado su punto de vista. Especialmente, Hanna Arendt, la cual con su obra “La Vanalidad del mal “, describe como uno de los jerarcas nazis recibía ordenes para matar y torturar a los judíos, y éste las ejecutaba sin pudor alguno. Por otro lado, la autora se plantea el hecho de qué cómo puede existir tal grado de indiferencia y apatía hacia el sufrimiento y la injusticia, si se tiene en cuenta, que este hombre tenía familia, y cuidaba de ella con mucho amor y abnegación. Ahora, la pregunta que se hace Hanna, y seguramente se hace el lector, es cómo pueden convivir el amor y la apatía, el cariño y el odio juntos? Es un gran misterio para muchos, pero hay quienes aseguran que poco a poco el cáncer de la apatía y la indiferencia va germinando más y más para formar un “corazón de piedra”.


En la Biblia se asegura en muchos versos, que tiene mayor responsabilidad aquel que sabiendo lo que es bueno hace lo malo, que aquel que hace lo malo sin saber. Por lo general, a los seres humanos nos gusta todo lo prohibido, todo lo malo , y todo aquello que implique esquivar una ley o un reglamento. Cuando mantenemos una actitud constante sobre algo que desde un primer momento sabemos y reconocemos que no está bien, poco a poco se irá perdiendo nuestra conciencia, esa fiel amiga que nos indicaba al oído, con alitas de ángel (como en las comiquitas), lo que era bueno y lo que es malo. A medida que reincidimos adrede en una conducta negativa, por puro placer, y por vanalidad y orgullo propio, vamos fortaleciendo los músculos de aquel angelito negro y de tridente que irá ganando terreno en nuestra nueva conciencia.


Esta conducta fue la que se generó de una manera agigantada en aquel general Nazi. Su mente comenzó a desarrollar un cáncer de vanalidad y apatía tal hacia los valores y principios que no tenía cura posible. Había llegado a un punto sin retorno. Como él, muchos venezolanos y latinoamericanos estamos sumidos en ese proceso enfermizo de la apatía y la indiferencia, que puede que no ha calado tan fuerte como lo hiciese con aquel general de mediados de siglo XX, pero sin duda, este cáncer afecta de manera brutal las bases y principios de una sociedad que debería preocuparse por el más mínimo delito y cifra roja de deceso, y no tomar esas estadísticas de guerra como algo “rutinario” y “normal”.

miércoles, 31 de octubre de 2007

Una cuestión de cultura

Por Isaac López









Muchas personas deambulan de un lado para otro en busca de respuestas. Al transitar por las calles capitalinas, en su mayoría el panorama siempre obedece a una misma tónica: los huecos en las calles, los buhoneros con sus tarantines vendiendo sus productos y los montones de basura impregnando con su particular aroma muchas de las esquinas caraqueñas.

Por otra parte, muchas son las unidades de transporte público que hacen caso omiso de las leyes y medidas que deberían acatar a la hora de prestar su servicio. Muchas de estas unidades no cuentan con la permisología necesaria y sus particulares “chimeneas” en vez de estar reguladas como en cualquier otro país del mundo, en este compiten por parecerse a unos ferrocarriles antiguos. ¿Será acaso que aquel que burle constantemente las leyes y el sistema de vida ideal se convierte en el héroe de una ciudad en caos ?. Ese tal vez sea el problema, y no uno más abstracto o infantil.


Por lo general lo que conlleva a que un país se le etiquete de subdesarrollado no es solamente su producto interno bruto, o la capacidad de competencia que a nivel mundial pueda tener esta nación con los grandes del mundo, como lo están haciendo actualmente Brasil y China. No, no pasa sólo por esa competencia de mercados que en los últimos años se ha desatado de una manera más intensa. La etiqueta de sub desarrollado denota un cierto grado de inferioridad, un nivel de madurez y liderazgo que no sólo portan a veces sus líderes sino que se convierte en una tendencia por no hablar de una pandemia general.


La actitud por decirlo así infantil de criticar y asignarles la culpa a las autoridades y establecer de buenas a primeras cargos y juicios de valor sin antes hacer una actitud reflexiva es un síntoma de una sociedad sub desarrollada que tiene este método como uno de sus preferidos para aliviar sus penas sociales y comunitarias. Es más fácil señalar que la culpa es del alcalde, del gobernante tal o cual, o del partido, que reconocer lo difícil que puede ser para algunos tirar la basura en su lugar y mantener un sector de actividad comercial limpio.



Cruzar una calle por el rayado y obedecer a la luz roja se ha convertido en una actividad que para estos seres raya en lo ridículo y su día a día se basa en sortear cada una de estas básicas y fundamentales reglas de convivencia ciudadana. Para ellos, el burlar las normas del municipio o la ciudad es un arte en los que los motorizados también se han vuelto unos expertos.


Y es que mucho se ha hablado de problemas en los que alcaldes y gobernadores llevan años y años tratando de eliminar o reducir en gran parte como la basura y los accidentes de tránsito. Pero muchos de estos males todavía siguen haciendo de las suyas en una ciudad en la que la anarquía y el caos florecen sin piedad en las “horas pico”.


Problemas de gestión municipal, corrupción, burocracia, entre otros, son las causas que muchos atribuyen por lo general a la desidia y el abandono en que vive sumergida la ciudad, pero son muy pocos los que se detienen a pensar y a cambiar su actitud hacia la cuna del Libertador.


Sin duda, es una cuestión de actitud, una decisión que debe originarse de manera individual y que debe permanecer siempre en cada ciudadano, en cada habitante que como Caracas padezca no sólo estos males citadinos, sino que sea víctima de esta falta de conciencia y ciudadanía tan marcada, en donde el irrespeto a la ley y a las normas de limpieza se ha vuelto cotidiano.


No existen soluciones muy rebuscadas para este problema que puede parecer colosal y de mucha planificación y estructura. Esta situación social no pasa por concederle un nuevo y mejor contrato a una empresa recolectora de basura, o en colocar semáforos inteligentes en cada esquina de la capital.


La Gran solución para Caracas y otras ciudades del mundo con este tipo de problemas pasa primero por una profunda concientización y madurez de sus ciudadanos, pues todo radica en

… “ una cuestión de cultura”

lunes, 10 de septiembre de 2007

La máquina del tiempo

El Viaje de los archivos

Isaac López

Indagar en la memoria colectiva de un país es algo indescriptible, es vivir una experiencia diferente a bordo de una máquina del tiempo que te sumerge los sentidos en los acontecimientos del ayer que hicieron historia.

Palpar diferentes soportes que contienen información histórica, es algo que en lo particular evoca aquellas películas de ciencia ficción, en la que el o los protagonistas realizaban un viaje al pasado con la misión de evitar algún acontecimiento que les perjudicase en el futuro.

Seguramente muchos de nosotros hemos puesto en algún momento a volar nuestra imaginación, soñando con la posibilidad de viajar en el tiempo, y aunque sea desde la posición de simple espectador en un rincón de los hechos, presenciar a las personas, a su entorno y a las decisiones de éstas que hicieron historia en nuestro mundo.

¿ Has soñado con ver las batallas de Napoleón, las luchas independentistas de América, los viajes de grandes exploradores como Magallanes o Marco Polo ?, o tal vez con estar junto a Edison en el momento en que éste descubrió la bombilla eléctrica ?o por qué no, vivir toda la emoción de una final de un mundial de fútbol,o la inauguración de unas olimpíadas ?

Estos y muchos otros momentos, no sólo se hacen realidad en nuestras mentes. Este viaje al pasado que muchos hemos soñado, se hace realidad en cierta forma cuando nos acercamos a la información que registran los archivos. El hecho de poder palpar una nota de prensa de hace décadas, o palpar una foto de hace muchos años , basta y sobra para que el archivista o la persona que accede a esa documentación se traslade en el tiempo y pueda revivir con más recursos , los acontecimientos históricos.

Los diferentes medios de soportes de la información histórica, permiten al ser humano recordar aquellos detalles del pasado, aquellas curiosidades y hechos que con el correr de los años es muy emocionante poder vivirlos como si de un viaje a través de la máquina del tiempo de nuestros sueños se tratase.

Manejar los archivos y la información histórica que éstos resguardan es vivir un viaje en el tiempo diferente, una experiencia de vida que conmueve los sentidos.

Porque recordar es vivir.

Los 5 sentidos del periodista

Cinco consejos (humildes) a futuros periodistas… rescatados del pensamiento del maestro Kapucinski

1) Destierra de tu cabeza de futuro periodista esa cosa que te enseñaron sobre las cinco W’s del periodismo… simple y llanamente es una evidencia, una patochada desfasada- ¿Qué nos debe interesar a nosotros?: LOS CINCO SENTIDOS DEL PERIODISTA

2) LOS CINCO SENTIDOS DEL PERIODISTA:- Estar- Ver- Oír (o mejor escuchar)- Compartir- Pensar

3) Esos cinco sentidos conforman el sentido común, el alma de lo que sería nuestra profesión… ¿u oficio? Cinco sentidos para conseguir dos objetivos:- COMPRENDER LA REALIDAD- EXPLICAR LA REALIDAD

4) El orgullo y la dignidad del periodista- El producto final que crea un trabajador de los medios masivos no es de su autoría sino que constituye el resultado de una cadena de gente que participó en la construcción de una noticia.- ¿Cuánta gente puede participar en el proceso de elaboración de una noticia importante en la CNN?… ¡Hasta 40 personas!- ¿Quién es el autor de esa pieza final emitida?…. no se puede establecer una autoría clara- En nuestra profesión u oficio se está perdiendo lo que algunos autores como Kapucinski llaman el ORGULLO DE LO PERSONAL- El orgullo implicaba, implica, la RESPONSABILIDAD del periodista por su trabajo. El señor/señora que pone su nombre en un texto del periódico se debe sentir responsable de lo que escribe… pero en la televisión y en los grandes multimedias, de igual modo que una fábrica de calzado, esa responsabilidad personal ya no existe

5) Entender y transmitir la esencia del Periodismo… esto es los FUNDAMENTOS DEL PERIODISMO:- En algunas facultades, escuelas de Periodismo y ‘masters del Universo’ de nuestro país hay más preocupación por la formación técnica, por la aplicación, que por la formación básica- Parece no interesar la transmisión de los fundamentos del Periodismo- ¿Por qué interesa formar este tipo de Periodistas?…. porque los espíritus críticos son molestos y un ‘perfil bajo’ o directamente un ‘no perfil’ (encefalograma plano) es mucho más atrayente para determinados gestores de determinadas empresas… de perfil bajo- Conmigo que no cuenten para este modelo tan nefasto que está contribuyendo a crear una sociedad ‘Gran Hermano’…